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viernes, 28 de diciembre de 2007

EL PASODOBLE DE LA DISCORDIA (II)


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Por José Antonio Rivas


¿Y si hay algún tonto? Esta es la cuestión que me planteo hoy para cerrar la bilogía de columnas sobre este tema. En esta ocasión quiero ahondar sobre otra posibilidad que se esboza tras la difusión del polémico pasodoble. Como anticipo según el reglamento del Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas podría existir la posibilidad de que, en el caso de interpretar dicha pieza del repertorio, quedaran anulados los puntos de la misma, o bien que la agrupación fuera directamente descalificada. En este sentido espero que la respuesta a la pregunta con la que inicio el artículo sea que no.

Vayamos por partes. Está considerado como falta muy grave según el reglamento infringir el artículo décimo del mismo. Dicho artículo versa sobre los ensayos generales, y cito textualmente: “Antes de los Ensayos Generales no se podrá actuar ni difundir públicamente los repertorios”, y “El plazo para realizar los Ensayos Generales contará desde diez días antes del comienzo del COAC”. Parece claro que se ha difundido parte del repertorio y fuera del plazo establecido. En el reglamento no se entra a valorar casos concretos, ni intenciones, ni si han sido los propios componentes de la agrupación los encargados de difundir el repertorio; para eso está el jurado, que es el encargado de interpretar cada caso. Ahora, eso sí, en el supuesto de que se ciñan estrictamente al reglamento y no atiendan a explicación ni alegación alguna, ¿se atreverían a proceder a tomar cartas en el asunto? En este sentido el reglamento es muy claro en su artículo 24.1.3 donde anuncia que el castigo por falta muy grave es la descalificación automática de la agrupación. A modo comparativo entre las faltas muy graves también están contempladas las referentes al número de componentes, por las que fueron descalificadas en 2006 la comparsa “El rey del barrio” y la chirigota “El movimiento del 36”.

Pero si el jurado quiere agarrarse al reglamento, pero ser un tanto más benévolo con Juan Carlos Aragón y su grupo puede hacerlo. Según el artículo 24.2.2 del citado reglamento del COAC serán consideradas como faltas graves las composiciones que no sean inéditas en letra o/y música. Y según el artículo 24.1.2 las faltas consideradas como graves serán sancionadas con la no puntuación de la composición de parte de ella. Por tanto, el jurado podría dejar con cero puntos los pasodobles.

Reitero, como expuse en la anterior columna, que no pretendo dar ideas malévolas a nadie, sino solamente poner sobre la mesa todas las opciones posibles que existen con respecto a toda esta polémica. Luego, serán otros a quienes les toque decidir cual es la solución más correcta. El reglamento está ahí, sujeto a interpretaciones o no, pero aprobado por los autores, y si no les gusta o es mejorable o tienes vacíos legales, pues que se mejore y se llenen esos huecos.

sábado, 15 de diciembre de 2007

EL PASODOBLE DE LA DISCORDIA (I)


Por José Antonio Rivas


¿Y si hay algún listo? Es una de las preguntas que me vienen a la cabeza al reflexionar un poco sobre las consecuencias del tan explotado pasodoble de la comparsa de Juan Carlos Aragón. Y cuando digo listo, lo hago en el sentido irónico de la palabra. Personalmente, no he querido escuchar el pasodoble, no he sido de los que ha corrido a bajárselo, pero ha ido extendiéndose como una plaga, me ha sido inevitable escucharlo: gente en el autobús en el móvil, gente enviándome el respectivo enlace... En fin, una persecución, parecía que era el único en Cádiz que no quería escucharlo, llámenme antiguo, o clásico tal vez, pero soy de los que prefiere esperar al día del estreno en el Falla para escucharlo con todos sus "avíos".

Volviendo a la cuestión inicial, creo que existe algo de ambigüedad en el tema de los repertorios inéditos. ¿Qué pasa si una comparsa, cualquiera que le haya tocado cantar en una sesión anterior a la de "El Capitán veneno", se presenta en el teatro con el archiconocido Si caminito del Falla? En teoría sería algo inédito, no se ha cantado antes. ¿Y si alguien fuera tan oportunista? Evidentemente el público y los fans (de fanático, "Que defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento creencias u opiniones") se echarían encima de la agrupación, pero según las bases del concurso sería perfectamente legal.

No pretendo dar idea malévolas a nadie, ni mucho menos, de hecho si ocurriera, sería el primero en criticarlo y condenarlo; pero ojo, no sólo al autor tal y a la agrupación cual, sino a las bases de un concurso que pretende ser moderno y profesional y al que no dejan de aparecerle vías de agua por todos lados. Parece que se actúa de una manera tardía y oportunista, tiene que surgir algún problema o defecto para que se intente corregir. Seguramente si a ningún espécimen irrespetuoso se le hubiera ocurrido colgar el pasodoble, nada de esto estaría pasando, evidentemente es la primera lacra con la que hay que acabar, los mal llamados aficionados, y mejor llamados fanáticos. Pero de eso habrá tiempo de hablar en otra ocasión

miércoles, 10 de octubre de 2007

Homo Carnavalescus: una especie en desarrollo

El carnaval alcanza tal fuerza que para muchos puede convertirse en una forma de vida

Texto: José Antonio Rivas.

Cuidado porque nos están acechando. No se acerquen a ellos que son contagiosos. Es una patología crónica. La cura no existe. Toda precaución es poca. Es una enfermedad que se extiende cada día un poco más. Si ven a alguno de ellos por la calle, huyan, corran lo más rápido que puedan y pónganse a buen recaudo. Nadie está a salvo del Homo Carnavalescus.

El personaje en cuestión tiene más de un siglo, yo diría que tiene la misma edad que el Carnaval de Cádiz. Incluso se podría poner sobre la mesa el debate de qué fue antes si la gallina o el huevo, es decir: ¿nació antes el Homo Carnavalescus y su consecuencia fue el carnaval o viceversa?

Hablemos un poco de su apariencia y de su constitución. El Homo Carnavalescus es claramente identificable por su corazón, el cual late a ritmo de caja y bombo desde sus comienzos (incorporando la guitarra a la par que Paco Alba la introdujo en el carnaval). Por sus venas corre sangre, pero eso sí, con tropezones de papelillos. Su lengua está enrollada en forma de matasuegras, como no podía ser de otra manera. Los vellos de su cuerpo están preparados con un sensor especial que permite que se pongan de punta inmediatamente ante cualquier copla de carnaval de calidad. En su estómago hay un hueco preparado para ingerir productos típicos de las fechas carnavalescas: pestiños, erizos, ostiones, manzanilla, moscatel (que como diría aquel es una denominación vinícola además de un estado de ánimo), tortillas de camarones, y demás productos de glamour. Su cerebro está repleto (o no tan repleto, ya ahí hay de todo como en botica) de neuronas ataviadas con el disfraz de Pierrot, lo cual hace que el personaje salte ante cualquier impulso de carnaval; así, no es de extrañar ver a alguno de estos especimenes caminando en solitario por las calles, tarareando alguna coplilla que le pasara por la mente, ya sea del último carnaval, o del año catapum.

El Homo Carnavalescus no se limita a ningún sexo, es un gen que aparece por igual en hombres y mujeres, y no se enmarca en un especio geográfico en concreto, ya que aunque es cierto que nació en Cádiz, se ha ido extendiendo, primero por la provincia, luego por Andalucía (contando con grandes focos por ejemplo en Córdoba y Sevilla), y finalmente por todo el planeta, y parte del extranjero.

Es un personaje peculiar, eso es innegable. Tiene una manera muy característica de llevar la vida, y de afrontar su particular día a día. Podemos empezar señalando que su año no comienza el 1 de enero como para el resto de los mortales, para nada, de hecho el año nuevo para el Homo Carnavalescus no tiene una fecha fija, sino que se inicia cuando nuestro amigo vuelve a los ensayos de cara al próximo concurso. Esto puede ser, en agosto para los más madrugadores, o incluso en octubre para los más rezagados. Ni que decir tiene que no se toman uvas, pero claro hay que seguir la tradición para que el año nuevo sea próspero, así que en su defecto se le mete mano al líquido resultante de las propias uvas, eso sí, una vez fermentado. O lo que traducido resulta, que se le pegan doce lingotazos a una botella de manzanilla, moscatel, o vino tinto, eso ya queda al gusto de cada uno. Todo ello marcado al ritmo de las campanadas, que en este caso se sustituyen por bombazos, llevados a cabo por el campanero, encarnado por el bombista del grupo, que cuenta con un gran mérito, ya que debe marcar el ritmo a la par que consumir los correspondientes doce chupitos. ¿Villancicos para proclamar la venida del año nuevo? Nada de eso, aquí se celebra la llegada del tres por cuatro, entonando el pasodoble del Noly, como no podía ser de otra manera. Y el cotillón, en el mismo local de ensayo, con lo que ha sobrado de las botellas, y con el primer escote del año (vamos a dejarnos caer que es el primer día).

Los primeros meses de ensayo coinciden con la llegada del invierno, y la verdad es que hay días en los que a nuestro amigo le cuesta un mundo encaminarse hacia el local de ensayo. Toda la noche metiendo un cuplé. Una vez, y otra, y otra, y otra más. Vamos a darle desde arriba. Semanas seguidas pueden pasar de esta manera, dependiendo de la dureza de la mollera del grupo para aprenderse las letras. Es el apartado sacrificado del carnaval, y como el Homo Carnavalescus es un poquito flojo, pues le cuesta coger el ritmo.

Más animados son los días posteriores a las vacaciones navideñas. Con el concurso a la vuelta de la esquina, nuestro personaje ya está ilusionado como cada año, pero este es el bueno, nos colamos seguro. La gente aparece por los ensayos, parece que la cosa gusta. Y llegó el gran día. Aunque el Homo Carnavalescus lleva 20 años saliendo en carnaval, cuando entra en el Falla, los nervios del primer día vuelven a aparecer, ese gusanillo en el estómago por cantarle a Cai, a partirse el pecho. Va telón.

El éxito o el cajonazo en el teatro no influyen en que nuestro amigo disfrute como nadie de la calle. ¿Qué hay más gaditano que cantarle a 14 personas en una esquinita resguardada del levante, y con un olor característico a orín? No se puede faltar a la cabalgata. ¿Y lo bien que le sientan unas gafas de sol a cualquier tipo de carnaval? ¿Y ese vaso de cerámica que lleva colgado desde el carnaval del 86? Desde luego, en días como esos se requiere una habilidad innata para torear a todo aquel que se acerca casi exigiendo que se le regale un cd de la agrupación. Rascarse el bolsillo malages, que hay que amortizar el disfraz.

Luego llegan los contratos, que no paran de llamar a la puerta del Homo Carnavalescus, para que acuda con su grupo para actuar en cualquier parte del país. Eso sí, hay que procurar que ninguno coincida en domingo, o por lo menos a la hora que juegue el Cádiz, porque el protagonista de nuestra historia el cadista hasta la médula, y no puede faltar al Carranza, salvo cuestiones de fuerza mayor. Solamente existe una semana al año en la que el Homo Carnavalescus deja a un lado el carnaval: la Semana Santa. Antes que Carnavalescus, es gadita, y como tal, se encaja para cargar algún paso, hacer alarde de su voz como saetero, o bien ser un espectador de esos que se tragan desde la pedida de la venia hasta la última recogida.

Y casi sin darnos cuenta, llegamos al verano, una etapa en la que la vena carnavalesca vuelve a salir con fuerza, añorando quizás volver pronto a los ensayos. Es de recibo la clásica reunión de amigos, al fresquito de la noche gaditana, donde se interpretan coplillas hasta las tantas. Es opcional acompañar el cante con un refresco aliñado, para pegarle por arribita y recordar letras añejas. Vale cualquier sitio, aunque los lugares que más inspiran en estas fechas son La Caleta y La Alameda.

No me negaran que es un personaje entrañable. Ya saben que se lo pueden encontrar en cualquier parte, pueden estar conviviendo con alguno. Voy mas allá, después de leer todo esto, ¿son ustedes Homos Carnavalescus? No intenten ponerle remedio, afortunadamente, no tiene cura.
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Artículo publicado el 27 de enero de 2007, en la revista de carnaval de La Voz de Cádiz

Un cuarto de siglo de cruzada

Una de las chirigotas más laureadas del carnaval cumple sus bodas de plata


Texto: José Antonio Rivas.

Mucha atención, señores, que ahora vamos a contar la más grande cruzada que se puedan imaginar. No crean que exagero, pues no suelo exagerar, que todo es verdadero, ya usted lo comprobará. Y no exagero si digo que de esta manera comenzaba el popurrí de popurríes (bajo mi modesta opinión) de la historia de la chirigota gaditana. Son veinticinco años desde que Don Romualdo cambiara para siempre el curso de esta modalidad. Creo que es merecido rendirles un homenaje, así que permítanme que utilice estas líneas para ello. Permítanme que elogie un poco a la chirigota de los amigos, porque eso es lo que eran: amigos. Sin ninguna pretensión de premio (pero de verdad, no por ser políticamente correctos), y con la única idea de pasarlo lo mejor posible y disfrutar del carnaval.

La historia empieza un día, un día de calor, que el cruzado Don Romualdo ir a la playa pensó. Y por allí se encontró al Gómez, Emilio, Chico y Paco Rosado, y al Caracol. Cada uno fue llamando a gente de su círculo más cercano, con la idea de formar una cosa simpática para salir a la calle a cantar en carnaval. Algunos venían del coro de la peña Los Dedócratas, la mayoría ni si quiera había salido en carnaval nunca. Y cuando aquella chirigota pensada para ser callejera comenzó a recibir visitas en los ensayos, poco a poco se fueron convenciendo de que podría ser interesante acudir al concurso del Falla.

El éxito comienza a vislumbrarse con la llegada de los ensayos generales, donde ya se podía medir el verdadero rasero de la agrupación, sobre todo ante la respuesta del público. Y el primero de esos ensayos tuvo lugar en el instituto Columela, con un éxito rotundo entre los asistentes. Uno de los ensayos generales que más marcado quedó en el grupo fue el que se celebró en la peña Los Dedócratas, ya que era como jugar en casa y con todo a favor. Fue un ensayo conjunto con el actualmente desaparecido coro de la peña, que en aquel año salió bajo el nombre de “Los 40 principales”. Abrió fuego precisamente el coro, que causo una grata impresión. El atractivo de la noche era ese, así que algunas personas aprovecharon para ir a la barra a tomarse algo, pero renunciaron a ello cuando le tocó el turno a la chirigota y empezaron a entonar los compases de su repertorio. Todo el mundo supo en ese instante que algo muy grande para el carnaval estaba sucediendo allí. Al termino de la actuación, todo el público que se encontraba en la peña rompió en aplauso, todo el público salvo algunas personas que todavía intentaban secar sus lágrimas de tanta risa seguida. Algarabía generalizada. Y cuando todo parecía acabado, pasaba por allí el coro de Quico Zamora, por entonces “Los taberneros del puerto”. Tal y como estaba la noche no se podían ir de vacío sin cantar nada, así que al escenario. Gran tango, de los mejores que se recuerdan; vellos de punta. Y a partir de esa noche, taberneros y cruzados entrelazaron sus destinos, ya no se separarían más hasta la gran final.

Y llegó el día D y la hora H. 13 de febrero de 1982. Seis de la tarde. Segunda sesión del primer pase del Concurso de Agrupaciones del Teatro Falla. Allí volvían coincidir “Los taberneros de puerto”, que cerraron la primera parte, y “Los cruzados mágicos”, que actuaron en último lugar. La reacción del respetable fue constante desde que la chirigota apareció en el escenario con el tipo, tipo. Expectación al escuchar las primeras letras de los pasodobles. Risas y carcajadas ininterrumpidas con los cuplés y con el genial popurrí. El teatro se vino abajo, ovación de las que se quedarán en el recuerdo de por vida. Según cuenta Chico Rosado, aquello fue espectacular, un momento emocionante que a cualquier carnavalero le gustaría vivir. Algo cambió a partir de esa tarde en la chirigota gaditana.

El segundo pase y la gran final fueron más de lo mismo. El primer premio estaba dado de calle, por merecimientos propios, quedaba disfrutar. Fueron dos actuaciones en las que el público no dejaba casi acabar las coplas, quería aplaudir y aplaudir el trabajo bien hecho. ¡Esto sí que es una chirigota! Por aquel entonces, los premios se comunicaban con el público en el interior del Teatro Falla y, como me relata Chico, el palco donde estaban los componentes de Los cruzados, se llenó de claveles, arrancados del clásico adorno que se coloca en el escenario, y lanzados por el público que abarrotaba el coliseo. Todo estaba a favor, primer premio. A la salida del Falla, más de dos horas cantando en la escalerilla de la Facultad de Medicina, el público quería más. ¡Ay cruzado, que cruz me ha caío contigo!

Pero el verdadero premio no había hecho nada más que comenzar. Los días de carnaval en la calle fueron apoteósicos, cantando en cualquier rincón ante la atenta mirada de los espectadores. La cabalgata rebosaba de alegría cuando llegaba el carnaval (como decía la copla). Con Los cruzados agolpados en una pequeña carroza, e interpretando su repertorio durante todo el recorrido. Chico Rosado recuerda que para la chirigota fue algo increíble: “la gente se agrupaba alrededor de la carroza pidiéndonos cintas y que cantásemos más y más, casi no se podía avanzar”.

Dicen que lo difícil no es llegar y pegar un año, sino mantenerse. Y eso es precisamente lo que consiguieron en años sucesivos, no sabría decir si mantenerse o incluso superar lo ofrecido por Los cruzados. Quedarán en el recuerdo esos cegatos, carreros, llaveros y, por supuesto, los maltratados cubatas.

Existe mucha gente que considera pelotazos a chirigotas posteriores, no diré nombres para evitar ofender a nadie y porque todos los lectores sabrán a cuales me refiero. No niego que lo sean, pero es posible que sin cruzados, y todo lo que ello supuso, no hubieran existido otras, o por lo menos no de la misma manera.

Es clásico pensar que lo más innovador de Los cruzados es el popurrí. Sin embargo, según cuenta Chico “la idea de contar una historia en el popurrí ya había sido planteada por Agüillo pero sólo en una ocasión, nosotros lo retomamos y lo mantuvimos durante los años que salimos”. Del resto del repertorio, todo se puede y se debe destacar. Bajo mi prisma personal existen muy pocos pasodobles en la actualidad, siendo generosos, que contengan la crítica unida al doble sentido que aunaban los de Los cruzados. Cuplés cortitos, con una música magistral y con letras hiladas muy fino con la ironía más gaditana. Y como estilete, un estribillo pegadizo y que todo el mundo sea capaz de entonar.

Es complicado pensar en la actualidad en una reaparición como grupo. Como comenta Chico Rosado “la mayoría de los hijos de los componentes han crecido y estarían locos por salir, habría que hacer dos chirigotas”. Así que solo me queda darles las gracias a todos los cruzados por lograr que hoy en día sigan siendo mágicos y felicitarles por estos veinticinco años. Sólo una cosa más para acabar, ¿por qué en Cádiz no se le rinden homenajes (salvo póstumos) a las cosillas que significan algo para el gaditano y sin embargo van regalando nombres de calles a gente que no trascienden de Cortadura para adentro? No soy quién, pero para celebrar esta efeméride pido que una calle gaditana tome el nombre de “Los Cruzados Mágicos”.

Artículo publicado el 27 de enero de 2007, en la revista de carnaval de La Voz de Cádiz

Febrero se vuelve carnaval a orillas del Guadalquivir

Texto: José Antonio Rivas
Fotos: Luismi Rossi


Algo ha cambiado en Sevilla. Los días que preceden y suceden al Miércoles de Ceniza han dejado de ser un mero período preparatorio de su Semana Santa y de su feria, para convertirse en días especiales. Los primeros y los últimos meses de cada año han desechado la normalidad y la monotonía, para pasar a ser meses de ensayo. Los tablaos ya no se usan solamente para actuaciones de grupos flamencos, rocieros o para la “velá” de algún barrio; ahora, sobre sus tablas, también se escuchan pasodobles y tangos. En las vitrinas de algunas tiendas, los cd’s de cualquier banda de cornetas y tambores ya no están solos; los acompañan los compactos de chirigotas y comparsas. En la prensa, en la radio y en las web’s sevillanas, ya no se habla sólo de costaleros y de “levantás”, sino que también hay hueco para conversar sobre el bombo, la caja, o el pito de caña. La gente reunida en los bares, además de sevillanas, también se atreve a entonar algún que otro cuplé. Incluso, poco a poco, va apareciendo la figura del “entendío”, que tanto nos gusta por estos lares. Algo ha cambiado en Sevilla, y ese algo se llama carnaval.

Mucho ha llovido desde aquellos “Caperucitos enrollaos” que, curiosamente, coincidieron con la agrupación que es el origen de la chirigota actual gaditana (Los Cruzados Mágicos). Desde entonces, poco a poco, la afinidad por el carnaval ha ido en auge. Progresivamente, el número de aficionados se ha incrementado, y es muy raro que un sevillano no haya oído hablar nunca del Carnaval de Cádiz. Ya no eres considerado “un bicho raro” si vas por la calle tarareando un pasodoble al más puro estilo de 3x4. Una prueba inestimable del crecimiento de los “picaos” del carnaval, es la aparición en toda la geografía sevillana de concursos carnavalescos, ya sean en febrero, mayo o julio, lo importante es disfrutar escuchando coplas. Algunos de esos concursos, como los de Carmona, Alcalá de Guadaira, Écija, Dos Hermanas, Utrera, Coria, Gines, La Algaba o el del propio Sevilla, en la Alameda de Hércules (que me perdonen si omito alguno), cada día gozan de un mejor estado de salud y de más solera carnavalera. Llevando por bandera la seriedad en la organización, cada vez una mayor difusión, el aumento de calidad (paulatino) de las agrupaciones, una mayor afluencia de público, y sobretodo, el gusto por el buen carnaval, estos concursos y actuaciones van sintiéndose importantes, y van ganando simpatizantes en las localidades sevillanas.

Y es que en Sevilla, el agrado por el carnaval ha existido siempre, pero eso sí, tan solo para aquellos que lograban tener acceso a él. Con la aparición de las nuevas tecnologías, de una mayor difusión, y de agrupaciones “mediáticas” que no dudaron en buscar la expansión y la globalización del carnaval, se ha conseguido que, tanto en Sevilla como en el resto de las provincias andaluzas y, poco a poco, también en las que no son andaluzas, la afición por el Carnaval de Cádiz haya crecido de una manera brutal en la última década. Y es que ¿quién iba a pensar hace unos años que en Sevilla iba a existir un establecimiento donde se pudiera encontrar todo lo referente al Carnaval de Cádiz (cd’s, cintas, disfraces, carteles, libretos)? ¿Quién iba a imaginar que las agrupaciones del carnaval de Cádiz iban a acudir a cantar un sábado de carnaval a la plaza de San Francisco (la de Sevilla)? ¡Un sábado de carnaval, señores, unos de los días grandes por antonomasia de nuestra fiesta grande! Impensable. ¿Y quién pudo imaginar que en Sevilla se iba a fundar una peña de carnaval? Pero eso merece una mención aparte.

La peña carnavalesca “Los caperucitos” (sí, como no podía ser de otra manera, se bautizó con el nombre de la primera agrupación sevillana que acudió a cantar al Falla) es un proyecto de “cuatro locos” del carnaval, que decidieron plasmar su afición y disponer su punto de encuentro en un local social. Por descontado, que por el camino se tropezaron con multitud de obstáculos, y es que cualquier propósito de esta índole tiene mucho trabajo; pero la ilusión pudo más que todos los impedimentos y la utopía vio la luz al final de la década de los 90. Y bendita utopía. Desde el momento de su fundación, la peña ha ido ganando protagonismo y se ha convertido en el centro neurálgico del carnaval sevillano. Y sin nada que envidiarle a cualquier peña de Cádiz, ya que la solera de “El Erizo” o el caché de “La Estrella”, se compensan con la ilusión de “Los Caperucitos”. Y desde que hace un par de años, la sede de la peña se trasladara al barrio sevillano de San Pablo, la repercusión que ha adoptado la misma se ha duplicado. Cuando las fechas de carnaval se acercan, los ensayos generales en la peña se suceden, y cada vez son más las agrupaciones que optan por esta vía de acceso al público antes de acudir a los concursos. Y cuando el verano toca a su fin, el concurso de antologías (que este año 2006 cumplirá se tercera edición) cobra una gran importancia, con la participación de diversos grupos llegados desde Cádiz.

Si hablamos de agrupaciones, entre “Los caperucitos enrollaos” y la aparición de los coros en los últimos años, ha mediado algún que otro grupo. Los comienzos fueron duros; aquellos cuartetos que soportaron la saña y el cachondeo de un público soberano a la par que cruel; chirigotas sin otra intención que ensayar durante cuatro meses para acudir al Falla a pasarlo bien; y comparsas que llegaban con más ilusión que calidad y afinación. En la actualidad parece que todo va cambiando, y que se le ha dado la vuelta a la tortilla; cuartetos comprometidos, críticos e innovadores que alcanzan las semifinales; comparsas afinadas y con calidad que se cuelan entre el “top ten”; chirigotas a las que tan solo les hace falta un último empujoncito para estar entre las grandes; y coros completamente integrados y que aspiran a estar entre los mejores.



Al crecer la cantidad y la calidad de las agrupaciones, también crece la importancia que se les otorga desde los medios. Diversas menciones en prensa escrita, la creación de una página web dedicada al carnaval desde Sevilla, pero sobretodo, radio. Manolo Silva y Octavio Baus son los encargados de llevar cada semana a través de las ondas la información del carnaval. Una aventura que comenzó a mediados de los 90 y que cada lunes cuenta con más adeptos al carnaval enganchados a la radio. Todas las semanas, podemos escuchar coplas antiguas, la opinión de los invitados, y la participación de los oyentes. Para Manolo Silva “la difusión del carnaval a través de los medios de comunicación ha sido fundamental para que la afición en Sevilla aumente”; el locutor, también opina que “la aparición de la peña ha ayudado mucho a que el carnaval en Sevilla crezca”. Para Octavio Baus “el nivel de antes de las agrupaciones de Sevilla era más parejo, pero más bajo, ahora hay más diversidad, y hay cosas muy buenas”.



Parece claro que febrero ya no es un mes de transición entre las navidades y la Semana Santa; que la afición por el carnaval en Sevilla ha aumentado, y va a seguir aumentando a pasos agigantados. No nos puede extrañar que algún día alguna agrupación sevillana se cuele en la final y, por qué no, se alce con el primer premio (“Los que salimos por gusto” solo contaba con un componente sevillano). Ahora bien, no nos desmadremos ni nos llevemos a engaño, una vez acabado el carnaval, el sevillano esperará con impaciencia sus dos fiestas grandes: la Semana Santa y la Feria de Abril. En seguida se desprenderá de los papelillos y las serpentinas, para vestirse de penitente (o de nazareno como dicen por allí), encajarse de costalero debajo del Cristo del Gran Poder, o vestir sus mejores galas (ya sea enchaquetado o con el traje de flamenco/a) para disponerse a bailar en cualquier caseta y beber “rebujito”. Como debe ser. De todas formas, algo está cambiando en Sevilla, y ese algo se llama CARNAVAL.


Artículo publicado el 29 de enero de 2006, en la revista de carnaval de La Voz de Cádiz