miércoles, 10 de octubre de 2007

Un cuarto de siglo de cruzada

Una de las chirigotas más laureadas del carnaval cumple sus bodas de plata


Texto: José Antonio Rivas.

Mucha atención, señores, que ahora vamos a contar la más grande cruzada que se puedan imaginar. No crean que exagero, pues no suelo exagerar, que todo es verdadero, ya usted lo comprobará. Y no exagero si digo que de esta manera comenzaba el popurrí de popurríes (bajo mi modesta opinión) de la historia de la chirigota gaditana. Son veinticinco años desde que Don Romualdo cambiara para siempre el curso de esta modalidad. Creo que es merecido rendirles un homenaje, así que permítanme que utilice estas líneas para ello. Permítanme que elogie un poco a la chirigota de los amigos, porque eso es lo que eran: amigos. Sin ninguna pretensión de premio (pero de verdad, no por ser políticamente correctos), y con la única idea de pasarlo lo mejor posible y disfrutar del carnaval.

La historia empieza un día, un día de calor, que el cruzado Don Romualdo ir a la playa pensó. Y por allí se encontró al Gómez, Emilio, Chico y Paco Rosado, y al Caracol. Cada uno fue llamando a gente de su círculo más cercano, con la idea de formar una cosa simpática para salir a la calle a cantar en carnaval. Algunos venían del coro de la peña Los Dedócratas, la mayoría ni si quiera había salido en carnaval nunca. Y cuando aquella chirigota pensada para ser callejera comenzó a recibir visitas en los ensayos, poco a poco se fueron convenciendo de que podría ser interesante acudir al concurso del Falla.

El éxito comienza a vislumbrarse con la llegada de los ensayos generales, donde ya se podía medir el verdadero rasero de la agrupación, sobre todo ante la respuesta del público. Y el primero de esos ensayos tuvo lugar en el instituto Columela, con un éxito rotundo entre los asistentes. Uno de los ensayos generales que más marcado quedó en el grupo fue el que se celebró en la peña Los Dedócratas, ya que era como jugar en casa y con todo a favor. Fue un ensayo conjunto con el actualmente desaparecido coro de la peña, que en aquel año salió bajo el nombre de “Los 40 principales”. Abrió fuego precisamente el coro, que causo una grata impresión. El atractivo de la noche era ese, así que algunas personas aprovecharon para ir a la barra a tomarse algo, pero renunciaron a ello cuando le tocó el turno a la chirigota y empezaron a entonar los compases de su repertorio. Todo el mundo supo en ese instante que algo muy grande para el carnaval estaba sucediendo allí. Al termino de la actuación, todo el público que se encontraba en la peña rompió en aplauso, todo el público salvo algunas personas que todavía intentaban secar sus lágrimas de tanta risa seguida. Algarabía generalizada. Y cuando todo parecía acabado, pasaba por allí el coro de Quico Zamora, por entonces “Los taberneros del puerto”. Tal y como estaba la noche no se podían ir de vacío sin cantar nada, así que al escenario. Gran tango, de los mejores que se recuerdan; vellos de punta. Y a partir de esa noche, taberneros y cruzados entrelazaron sus destinos, ya no se separarían más hasta la gran final.

Y llegó el día D y la hora H. 13 de febrero de 1982. Seis de la tarde. Segunda sesión del primer pase del Concurso de Agrupaciones del Teatro Falla. Allí volvían coincidir “Los taberneros de puerto”, que cerraron la primera parte, y “Los cruzados mágicos”, que actuaron en último lugar. La reacción del respetable fue constante desde que la chirigota apareció en el escenario con el tipo, tipo. Expectación al escuchar las primeras letras de los pasodobles. Risas y carcajadas ininterrumpidas con los cuplés y con el genial popurrí. El teatro se vino abajo, ovación de las que se quedarán en el recuerdo de por vida. Según cuenta Chico Rosado, aquello fue espectacular, un momento emocionante que a cualquier carnavalero le gustaría vivir. Algo cambió a partir de esa tarde en la chirigota gaditana.

El segundo pase y la gran final fueron más de lo mismo. El primer premio estaba dado de calle, por merecimientos propios, quedaba disfrutar. Fueron dos actuaciones en las que el público no dejaba casi acabar las coplas, quería aplaudir y aplaudir el trabajo bien hecho. ¡Esto sí que es una chirigota! Por aquel entonces, los premios se comunicaban con el público en el interior del Teatro Falla y, como me relata Chico, el palco donde estaban los componentes de Los cruzados, se llenó de claveles, arrancados del clásico adorno que se coloca en el escenario, y lanzados por el público que abarrotaba el coliseo. Todo estaba a favor, primer premio. A la salida del Falla, más de dos horas cantando en la escalerilla de la Facultad de Medicina, el público quería más. ¡Ay cruzado, que cruz me ha caío contigo!

Pero el verdadero premio no había hecho nada más que comenzar. Los días de carnaval en la calle fueron apoteósicos, cantando en cualquier rincón ante la atenta mirada de los espectadores. La cabalgata rebosaba de alegría cuando llegaba el carnaval (como decía la copla). Con Los cruzados agolpados en una pequeña carroza, e interpretando su repertorio durante todo el recorrido. Chico Rosado recuerda que para la chirigota fue algo increíble: “la gente se agrupaba alrededor de la carroza pidiéndonos cintas y que cantásemos más y más, casi no se podía avanzar”.

Dicen que lo difícil no es llegar y pegar un año, sino mantenerse. Y eso es precisamente lo que consiguieron en años sucesivos, no sabría decir si mantenerse o incluso superar lo ofrecido por Los cruzados. Quedarán en el recuerdo esos cegatos, carreros, llaveros y, por supuesto, los maltratados cubatas.

Existe mucha gente que considera pelotazos a chirigotas posteriores, no diré nombres para evitar ofender a nadie y porque todos los lectores sabrán a cuales me refiero. No niego que lo sean, pero es posible que sin cruzados, y todo lo que ello supuso, no hubieran existido otras, o por lo menos no de la misma manera.

Es clásico pensar que lo más innovador de Los cruzados es el popurrí. Sin embargo, según cuenta Chico “la idea de contar una historia en el popurrí ya había sido planteada por Agüillo pero sólo en una ocasión, nosotros lo retomamos y lo mantuvimos durante los años que salimos”. Del resto del repertorio, todo se puede y se debe destacar. Bajo mi prisma personal existen muy pocos pasodobles en la actualidad, siendo generosos, que contengan la crítica unida al doble sentido que aunaban los de Los cruzados. Cuplés cortitos, con una música magistral y con letras hiladas muy fino con la ironía más gaditana. Y como estilete, un estribillo pegadizo y que todo el mundo sea capaz de entonar.

Es complicado pensar en la actualidad en una reaparición como grupo. Como comenta Chico Rosado “la mayoría de los hijos de los componentes han crecido y estarían locos por salir, habría que hacer dos chirigotas”. Así que solo me queda darles las gracias a todos los cruzados por lograr que hoy en día sigan siendo mágicos y felicitarles por estos veinticinco años. Sólo una cosa más para acabar, ¿por qué en Cádiz no se le rinden homenajes (salvo póstumos) a las cosillas que significan algo para el gaditano y sin embargo van regalando nombres de calles a gente que no trascienden de Cortadura para adentro? No soy quién, pero para celebrar esta efeméride pido que una calle gaditana tome el nombre de “Los Cruzados Mágicos”.

Artículo publicado el 27 de enero de 2007, en la revista de carnaval de La Voz de Cádiz

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