lunes, 19 de noviembre de 2007

LA MAGIA DEL FALLA


Por Manuel Morera


Siguen pasando las fechas, otro lunes más y ya empieza a entrar hasta el frío. Dentro de dos sábados el sorteo del orden de actuación y cuando te das cuenta estás con el tipo puesto dispuesto a dirigirte al “Templo de los Ladrillos Coloraos”. Es una experiencia que, todo aficionado al carnaval, debería vivir alguna vez, es algo indescriptible pero hoy quiero compartirlo con todos vosotros de la mejor forma que pueda.

El día que actúas en el Falla no es un día cualquiera, es una fecha marcada en el calendario mental de cada componente, se te puede olvidar antes el día de Reyes que este día. Te levantas y la sensación de ansiedad, ganas y nervios se te mezcla en el cuerpo. Llegas al Teatro para dejar el decorado y empiezas a respirar lo que vivirás por la noche. Para algunos no se, para mí es un alivio pasear en esos momentos sobre las tablas del escenario, pararme, pensar, mirar... Ese momento es como una tila de 30 euros, como una valeriana del tamaño de una Oreo... a mí al menos me tranquiliza, aunque también digo la verdad, el efecto dura poco, más o menos hasta la hora de comer cuando empieza a llamarte todo el mundo, el del periódico tal para hacerte la previa, el de la radio no se cual para no se qué entrevista, tu tía la que solo ves en comuniones, bautizos y entierros para desearte suerte, tu colega de toda la vida para preguntarte si estas nervioso... y tu respuesta la misma... ¿nervioso? ¿Por qué? Si sólo hay 232323 medios de comunicación, 1200 personas abarrotando un teatro, 2323224344 aficionados escuchándote por la radio, 323232323 viéndote por la tele... Cae la tarde y empieza esa cosquillita por el estómago que no se te quita hasta que vuelves a los camerinos tras la actuación y todo salió bien. Es la hora de reunirse en el local donde nos vestimos, todas las caritas iguales, sonrientes cual paquete grande de Risi pero “cagaos” cual Curro Romero con tres toros en una panadería. Son risas y gestos “falsos”, es la sensación de hablar en automático mientras tu cerebro está en otra cosa, tu boca se mueve pero tu cerebro está repasando el repertorio completo y está viviendo él solito su película favorita de lo que pasará esa noche. Se acerca la hora, rodeados de los nuestros rumbo al Falla, los suspiros te alivian, las bromas también, pero el cerebro sigue pensando a su bola, no lo manejas porque a él se le ha metido en su masa gris que quiere pensar en el futuro más inmediato y la ansiedad por ver recompensados esos 4 meses de ensayo empieza a asomar. Se abre la puerta de atrás del Teatro, entras y ya es cuando te das cuenta que no te puedes echar atrás, recoges el vino, fotito de rigor... Señores vamos preparándonos, y empieza la espera en la puerta lateral del escenario, en ese justo momento es cuando me encantaría que mi afición fuera jugar al ajedrez en vez de esta bendita locura. Por fin te dejan pasar, la agrupación anterior se abraza por el éxito conquistado, tramoyas que corren de arriba para abajo, sale un decorado y entra el tuyo, el telón hasta el piso, y de fondo un murmullo en la sala. Un beso para los míos y mucha “mierda” para todos. Quiero morirme, pero Miguel Angel, dice las palabritas mágicas: “Señores van cortinas” y allá vamos, la cálida acogida del publico te sube la adrenalina, y como en los grandes acontecimientos futbolísticos, el balón empieza a rodar y se me olvida todo, sólo quiero disfrutar de ese bendito momento y que lo que tanto tiempo hemos luchado, guste lo máximo posible al publico. Las risas, las reacciones positivas, te van llevando en volandas hasta el punto de no querer que se acabe aquello, quieres estar allí una eternidad disfrutando y haciendo disfrutar. El tiempo acaba, el telón de los sueños cae y somos una piña celebrando el éxito, que no ha sido otro que volver a pisar ese Teatro y volver a gustarle a Cádiz rodeado de amigos.

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